sábado, 22 de diciembre de 2007

Aconcagua, magico mundo de color....

El Aconcagua…. ejem ! Valiente mierda de pico… Valiente triste forma de pasar 20 de nuestros primeros valiosos 180 días de viaje!

No será para tanto, diréis… no, que va! Es para mucho más: frío, mucho frío, aún más frío. Y viento, mucho viento, ¡te cagas el viento! Y que decir de la subida al pico... es como subir una escombrera gigante! Y a eso le sumas 20 noches durmiendo 2 personas en una tienda de 2 x 1 metros y… voila: tus estupendas vacaciones!

Vaaaaaaaale, que siiii, que tubo cosas majas, seguro: hemos conocido a un montón de gente muy maja; y que hay vistas chulísimas, seguro también. Y que la vuelta a Mendoza, con sus restaurantes y duchas de agua caliente fue un gustazo, pues seguro que también. Bueno, empiezo a contar el rollo antes de ponerme pedo del todo con la cerveza de litro que me estoy bebiendo (solo, como los borrachos):

Día 1: subida desde Mendoza a campamento Confluencia. Día tranquilo: bus hasta la entrada del parque, check in de los guardaparques al entrar y primera mala noticia: hay que hacer caca en una bolsa de plástico (que entregarás a la bajada… ergo, la portearás siempre contigo dentro del parque… lo que siempre deseé). Y luego, subida de unas tres horas hasta confluencia, el primer campamento. No pongo fotos porque… en un alarde de inteligencia, dejamos las pilas para la cámara subiendo con las mulas directamente hasta plaza de Mulas (segundo campamento)

Día 2: visita desde Confluencia a la pared sur del Aconcagua (campamento Plaza Francia). Esto fue de lo mejor de la aventura. Juzgar la pintilla que tiene la pared sur del “bicho”:

Pero claro, a nosotros, pobres mortales, no nos estaba reservada esa magna pared, sino la puta-pedrera-inacabable de la vía normal… así que volvimos a Confluencia a dormir.

Día 3: subida a Plaza de mulas desde Confluencia. Resumiendo: 8 horas andado por Marte. Que coño! Peor que Marte. Porque en Marte no hay viento! Que pateo más largo… suerte que nos habíamos hecho amigos de un Canadiense muy majo y al menos practicamos un poco de Inglés, para amenizar la travesía por el desierto.

Día 4: descanso en Plaza de Mulas. Plaza de Mulas es el campo base para subir al Aconcagua por la vía normal (entre otras). Por tanto, eso un centro social donde conoces un montón de gente con la que hablas sobre todo de lo espantoso que va a ser subir al pico. Y a veces, como en nuestro caso, te encuentra gente conocida: Carmen se encontró con el inefable “Pepe”, toda una institución en Asturias. A partir de entonces, pasamos un montón de cenas y charlas con el y su “banda” de ibicencos y asturcones.

Foto del Aconcagua desde Plaza de mulas:


Día 5: subida al cerro Bonete (5004 metros). Aquí, un piquillo de aclimatación (aunque sea más alto que el Mont Blanc). Esto estuvo gracioso, fíjate. Lástima que se me olvidó la cámara y no pude hacer fotos.

Día 6: otro día de descanso en Plaza de Mulas. Más vida social, más marujeo…

Día 7: infierno entre los penitentes. Intentamos subir al cerro Horcones (5340 metros)… para casi morir atrapados entre millones de penitentes que nos cerraron el paso. Foto para que os hagáis una idea de lo que es atravesar los puñeteros penitentes que había:


Moraleja: 6 horas para subir 700 metros (hasta poco más de 5000) y huída con el rabo entre las piernas sin hacer pico (y remojón en el río helado al romperse el hielo por el que intentamos cruzarlo). Eso si, para celebrarlo, nos dimos una ducha de agua caliente al llegar por el módico precio de 10 $... ¡¡¡viva la montaña!!!

Día 8: porteo hasta plaza Canadá (primer campamento de altura). Poca historia, la verdad: primea subida por la pedrera interminable que es la normal al Aconcagua, cargados con comida y combustible, y vuelta a Plaza a dormir.

Día 9: subida a dormir a plaza Canadá. Igual de poca historia, pero nos quedamos ya a dormir en el campamento (adiós a Plaza de Mulas y sus lujos hasta dentro de 7 días)

Día 10: subida a Nido de Cóndores (segundo campamento de altura). Se cierra el día y…. EL INFIERNO. Frío, viento, nieve…. pero llegamos; y pedimos asilo político en nuestro queridísimo refugio de Nido, donde nos quedaremos 3 noches como dueños y señores (pese a ser propiedad de los guardaparques… un poco de morro? Si, la verdad. Pero lo bien que se estaba… Además, acogimos a un pobre porteador que se había perdido entre la niebla y venía medio muerto.


Día11: nos quedamos en nuestro “batiscafo” (nos contaron que antes de refugio, esta peculiar estructura se sumergía en el mar para nosequé rollos). Para que marchar, si aquí estamos estupendamente? Además, a Carmen aún le duele la cabeza (que raro…), luego tiene que aclimatar un poco más antes de subir.

Día 12: seguimos atrincherados en el “Batiscafo”. Gorrones… si, quizás. Jetas… si, seguramente. El caso es que el tercer día “participamos” en una operación de rescate de los guardaparques… porque preparamos café calentito para todo los guardas y el australiano perdido (así que… quien es realmente el gorrón?)

Día 13: vaaaaaaaaaale, dejamos el refuuuuuuuugio (que pereza…). Y subimos a Berlín (tercer campamento de altura). Berlín es… como definirlo? Un estercolero? Si ! buena definición ! En todo caso, allí estamos: última etapa antes del ataque a cumbre. Y aquí seguimos con nuestros amiguitos de aventura: dos asturianos y un “madri” junto con su guía nativo, un zevillano, un alemán y una belga.

Día 14: primer ataque a cumbre; el día de la cometa! Lo intentamos el zevillano-arza-quillo-achilipú, el alemán, a belga, Carmen y yo. Ante el viento-del-infierno-la-madre-que-lo-parió Carmen, con sabio criterio, decidió dar media vuelta casi al salir. Y no se quedó, como los cuatro gilipollas que seguimos, aguantado zarandéos, fríos, congelaciones y demás miserias, para al final darnos la vuelta cuando llevábamos menos de la mitad (yo, con la napia como un polo, el zevillano, con los pies congelados, la belga, sin manos, y el alemán… pues no se le pasaba, porque no le entendíamos). Va una foto curiosa de la sombra que proyecta el Aconcagua al amanecer:


Día 15: segundo ataque a cumbre; el día de echar los higadillos… Lo volvemos a intentar, con mejores perspectivas climatológicas, el alemán, el (otro) madrileño junto con su guía y yo. El zevillano está “jacta lo güevo, joé!”, la belga, que (ya llevaba dos intentos) soltó un improperio incomprensible en flamenco (sospechamos que mandó al Aconcagua a Parla, por lo menos) y también se bajó y Carmen se levantó con la cabeza llena de truenos (que raro…) y pasó de todo, y se quedó sobando. El germano y yo subimos despaciiiiiito (sobre todo yo) y nos encontramos con un sueco guaperas (pero moreno) que venía de Nido de Condores (échale güebos) y tiramos los tres. Los últimos 400 metros de subida son una pedrera espantosa y empinada llamada la canaleta. Cuando subes en Pirineos por un sitio de esos, donde das un paso y retrocedes tres, te jode. Pero a 6700 metros… se te acaba el santoral en seguida. Tardamos más de 4 horas en hacer 500 metros: paso – respira – respira – paso ….. mientras se te congelan hasta los mocos, y no ves porque se te hace una costra de hielo en las gafas. Una gozada, valla. El caso es que el alemán y yo llegamos a cumbre. BIEEEEEEEEN!!!!!! En fin, para mi fue casi más un alivio por justificar lo duro de los días pasados que alegría por llegar. Es el pico más duro que he hecho con mucha diferencia. Y aún con más diferencia, el más desagradecido, por lo poco… “estética” por decirlo de alguna forma, que es la subida. Como expliqué en la fiesta de mi despedida en Toulouse, es claramente un “pico sufrimiento”. Pero bueno, las vistas desde el techo de América (aunque no diré que merecen la pena) son impresionantes:



Y luego bajada del tirón a Plaza de Mulas; joooodeeeeer…… eso si que fue duro. Pero bueno, todo sea por comer carnaza en un restaurante de Mendoza lo antes posible!

Allí me reencontré con Carmen, que intentó subir pese al dolor de cabeza. Pero si a 5900 metros estás mal… tienes todas las papeletas para estar peor a 6400 (refugio Independencia; cuatro tablas mal puestas), y se dio la vuelta, con King Kong enloqucido dentro de su cabeza.

Día 16. Vuelta a Mendoza. Es decir, otra vez atravesar el desierto inacabable de la subida : nueve horas andando… uuuuuf…. Me da pereza hasta recordarlo. Pero bueno, al menos tuvimos suerte y nos recogieron en la entrada del parque haciendo autostop, y nos llevaron a Mendoza, para darnos el primero de la serie de homenajes etílico-gastronómicos que caracterizarían los siguientes días, BIEEEEEEEEN!!!!!!